domingo, 4 de marzo de 2012

79 UMPA.

 
Al Maestro le divertía sobremanera
esa falsa autoestima que intenta pasar por humildad.
Y ésta es la parábola que en cierta ocasión
contó a sus discípulos:

Dos hombres, un sacerdote y un sacristán,
acudieron a una iglesia a orar.
El sacerdote, dándose golpes de pecho,
exclamaba fuera de sí:
"¡Señor, soy el más vil de los hombres
y el más indigno de tu gracia!
¡Soy un desastre y una nulidad!
¡Ten compasión de mí!"

No lejos del sacerdote, el sacristán
también se daba golpes de pecho y
gritaba lleno de fervor:
"¡Ten compasión de mí, Señor,
que soy un pecador y un miserable!"

El sacerdote, al oírlo,
se volvió arrogante hacia él y dijo:
"¡Lo que faltaba:
mira quién se atreve a decir que es un miserable...!"

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