El Maestro acentuaba la preeminencia del conocimiento sobre el culto.
"Pero ¿no debemos depender de Dios?",
le preguntaron.
"El amante", dijo el Maestro,
"desea el bien del amado; lo cual requiere, entre otras cosas,
que el amado se libere del amante".
Más tarde referiría un diálogo imaginario entre Dios
y un devoto suyo:
Devoto: "¡Dios mío, por favor, no me abandones...!"
Dios: "Si me voy, es para que pueda venir el Espíritu Santo".
Devoto: "¿Y qué es eso del Espíritu Santo?".
Dios: "La intrepidez y la libertad
que provienen de la no-dependencia".
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